La Música de Roma

¿Qué tienen en común los bares y las canciones? En principio, que se trata de universos mínimos y fascinantes para explorar en soledad, con amigas y amigos, con amores; lugares a los que siempre estamos volviendo. Dos versiones del refugio, a la vez, de la parte por el todo: el fragmento de una ciudad, la unidad mínima de un disco.

También que son como una síntesis. De lo colectivo, de lo que se hace en grupo, de lo que nos lleva a transitar en solitario un camino interior lleno de palabras, sabores, silencios, sonidos. Entre paredes o entre notas, esos colchones mullidos que nos amparan por un rato frente a todos los males de este mundo.

Un hombre entra a un bar y dice es el comienzo frecuente de un chiste, de otro lugar común. Y también la puerta a lo inesperado, un abracadabra. La música que escuchamos a diario también tiene algo de esa escena, de ese tironeo entre lo que parece corriente y lo que en algún momento le da lugar a la sorpresa.

Estoy convencida de que las canciones y los bares son espacios donde todo es posible. Y de que entre comidas, risas, charlas, ritos, lo cotidiano puede dar paso a lo extraordinario en cuestión de segundos. La banda sonora de los días, ni más ni menos.

Si el mundo cabe en una canción, como nos enseñó Fito Páez, es probable que también entre en un bar.

Si todos los caminos conducen a Roma, es posible que nos lleven también a la música.

Los invito a escuchar estas canciones en castellano que me acompañan, me protegen, me hacen acurrucar como las mesas, las sillas y los platos de este rincón tan especial de Buenos Aires.

Como en el menú de Roma, hay novedades, clásicos, fusiones, hits, reversiones.

De antes, de ahora y de siempre.

¡Pasen!  

https://open.spotify.com/user/g50ay60g52gma7v6au9r5irw6?si=690db2501b164187

Agustina Larrea.

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